Hoy amanecí con las ganas de mis dedos sobre ti, planeando suavemente sobre los pliegues de tus dunas y los recovecos de tus cavernas. Dije planeando, qué terrible gerundio, si mis dedos pudieran, sencillamente, devorarían tus carnes, sorberían tus jugos y jamás quedarían satisfechos. Darían paso a mis labios, a mi boca y a mi lengua para intentar el resto.
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