Publicado en el Correo del Caroní el 31 de octubre de 2001
Se habla de
la realidad, como si existiese una, y sin embargo. Haciendo un
recorrido por las vertientes de toda una obra, mil obras, observamos
que la realidad se tuerce, se desangra, se reparte en fluyentes de
cauces imparables y maravillosos. Así, una realidad que sentíamos
cotidiana, hombres como Cortázar o Borges, Garmendia o Balza, la
hacen fantástica. Adquiere un carácter singular, que nos envuelve,
nos deja vivir en otras realidades, quizás más interesantes que
ésta: la que palpamos, la que vemos, la que decimos vivir (o
sufrir). Es cuando podemos sentir la angustia de naufragar en medio
del océano; de viajar al fondo del mar o a un planeta distante; es
presenciar la creación de un mundo nuevo sea éste un pequeño
pueblo petrolero o una aldea perdida en la vasta selva; es
convertirse, de pronto, en un monstruo o en un insecto… En fin,
vivir (por lo menos temporalmente) en un personaje, en una situación,
en un mundo que tiende a ser diferente pero que no rehuye a ser
reflejo o la parodia de esta, nuestra realidad.
Guillermo
Meneses acertadamente afirmaba “(…) la
narración será en sí misma la demostración de un enigma (así se
trate de un antiguo enigma), la portentosa realización de un milagro
(así sea un milagro de todos los día), la asombrosa afirmación del
misterio que une los dos polos de una verdad venerable (así sea una
verdad habitualmente aceptada y conocida).”
Es su manera de definir el cuento, una maravillosa
historia jamás
escuchada.
Y es que así, afirma el escritor venezolano, se logra crear los
mundos fantásticos que devora nuestro tiempo y realidad; con una
historia, que puede ser cualquiera, pero que consiga eso tan
maravilloso; que jamás haya sido escuchada antes, que el escritor,
con su habilidad, logre contarla de una manera que, de otra, no
alcanzaría la originalidad.
De
esta forma, Guillermo Meneses, (Caracas, 1911), compila en su libro
Antología
del Cuento Venezolano
(Monte Ávila Editores, Caracas, 1955 y que ya cuenta con siete
ediciones), todas aquellas historias que merecen ese calificativo de
cuentos maravillosos y jamás escuchados. Relatos de escritores
nacidos, por fortuna o sin ella, en estas tierras, que vinieron a
desarrollar, después del inicio del siglo, lo que Meneses definiría
como cuento. Ya que como explica en su prólogo, considera que “La
dificultad consiste (y yo no he logrado vencerla) en precisar los
límites hacia el pasado, no sólo del cuento, sino de lo venezolano.
Sucedería, de seguir este camino de búsqueda en el terreno de la
‘prehistoria del cuento’ que habríamos de llegar hasta los
relatos de los primeros pobladores... Sucedería, además, que
habríamos de llamar cuento a lo que no es tal.”
Nos
introducimos entonces, en ese mar primigenio de cuentos venezolanos,
una melcocha apenas comenzando endulzar (y por qué no, agriar) los
sueños fantásticos de nuestras gentes, de todas estas generaciones
ya pasadas y venideras.
Son
40 escritores venezolanos que integran esta antología, nacidos en el
umbral del siglo 20 y en que muchos, en el momento de la primera
edición del libro, eran apenas jóvenes escritores. Las páginas
amarillentas del libro que ahora sostienen en mis manos, nos llevan
a ese viaje del mundo de las historias, inmersa de cotidianos y, a la
vez, enigmáticos personajes, paisajes comunes para nosotros que nos
deja maravillados por sentirlos de una forma jamás vista, jamás
escuchada. Desde Manuel Díaz Rodríguez, pasando por Julio Garmendia
y el propio Guillermo Meneses y Oswaldo Trejo, entre otros. Un libro
que si bien no pretende ser un estudio oficial de la narrativa corta
venezolana, es una excelente referencia cuando se quiere conocer (y
disfrutar) de toda una evolución del cuento de acá; además, con
una minuciosa reflexión de Meneses sobre esta importante y difícil
creación artística y sus comentarios, una pequeña introducción
que hace a cada escritor, a cada cuento, dándole cierto ambiente,
cierto entremés que hará de la lectura de aquél, de aquellos, de
todo el libro, una experiencia diferente, abrumadora. Como José
Balza también nos cuenta en su epílogo: “Si
algo puede decirse con franqueza de esta Antología es que, tanto
ayer como hoy, constituye un excelente fresco de la ficción entre
nosotros y una flexible fuente de consulta para el estudio, la
comparación, el placer.”
Comentarios
Publicar un comentario