El Hombre Ilustrado


Esta es una pequeña reseña de uno de los tantos libros del escritor estadounidense Ray Bradbury, que falleció hace tres días...

Ray Bradbury (1920-2012)

Publicado en el Correo del Caroní, Ciudad Guayana, el miércoles 2 de mayo de 2001


Las imágenes se movían... allí a la luz de la luna, con el menudo tintineo de los pensamientos y las voces distantes como voces del mar, se desarrollaron los dramas... me quedé allí, inmóvil, fascinado, mientras las estrellas giraban en el cielo.”
Ray Bradbury

El Hombre Ilustrado, de Ray Bradbury
El Hombre Ilustrado

Me encontré con el hombre ilustrado cuando el calor del día comenzaba a huir de los frescos aires de la noche. Un libro viejo, roído por las penurias del tiempo, amarillentando sus páginas, que una vez fueron y que ahora vuelven a ser, me introducía en otro mundo, o más bien, en este mundo donde el tiempo pareciera haber recorrido un largo trecho y la raza humana extaplolaría su existencia en
otros universos.

Las ansias del hombre de conquistar otros entornos, otorgarles vida y sentido se ven logradas desde hace tiempo en cada una de las historias que conforman el libro; aspecto que, salvadas las fronteras científicas y tecnológicas que presume tal anhelo, otorga al narrador la flexibilidad de ahondar en temáticas de índole social, humanística y religiosa. Así como una vez en nuestra historia se “descubrieron” nuevas tierras, nuevas culturas, comenzando aquella faena colonizadora y misionera, los hombres de estas historias futuras también lo harán: colonizarán a Marte, habrán misioneros llevando la palabra de Dios para salvar de pecado a los marcianos, predicadores, exploradores, colonos y familias contarán su parte de historia.

Ray Bradbury, autor de obras memorables como Crónicas marcianas y Fahrenheit 451, publicó en 1951 El hombre ilustrado. Un desterrado, un hombre errante por los viejos caminos de Wisconsin, muestra su cuerpo tatuado y, junto a él, el peso de una vida solitaria. Aquellas imágenes, aquellas coloridas ilustraciones cobran vida y comienzan a relatarnos cada historia, que más allá de la pura ciencia ficción, de viajes interestelares y ciudades en Marte, narra la vida del ser humano. 

Cada cuento muestra aspectos de una sociedad abarrotada de un tecnicismo que parece abolir la humanidad, aplacando tradiciones, creencias y al hombre mismo, como aquel cuarto de juegos donde los niños pasaban todo el día y que, al final aniquilaría a los padres por parecerles a éstos demasiado peligroso para sus niños. Sin embargo, existen seres que luchan por lo que creen, ya la tecnología pasa a un segundo plano y el narrador, el hombre ilustrado, plantea temas universales: la vida, la muerte, su eterna búsqueda de la paz, del amor y de un mejor lugar donde vivir. De allí proviene el sueño del hombre por conquistar el espacio, cuando en realidad no se ha conquistado a sí mismo.

Ray Bradbury se vale del hombre ilustrado para contar sus historias. Su narrativa de una prosa poética, adornada de metáforas fantásticas o fantasiosas, se centra en el hombre o en el humano y su mundo o sus mundos, su espiritualidad, sus sueños y sus miedos. Este hombre ilustrado, el escritor, nació en la ciudad norteamericana de Illinois en 1920. Ha sido autor de una treintena de libros, además de haber escritor obras teatrales, guiones cinematográficos (incluyendo la adaptación del clásico Moby Dick) y ha sido nominado para los premios de la Academia.


Epílogo
 
Era casi medianoche. La luna estaba alta en el cielo. El hombre ilustrado no se movía. Yo había visto lo que había que ver. Los cuentos habían sido contados. Habían concluido. 

Sólo quedaba ese espacio vacío en la espalda del hombre ilustrado, esa área de formas y colores borrosos. Y de pronto, mientras la estaba mirando, la vaga mancha roja comenzó a animarse. Una forma cambió, disolviéndose lentamente en otra, y luego en otra. Y al fin apareció una cara, una cara que me miró desde la carne cubierta de colores, una cara con una nariz y una boca familiares, y unos ojos familiares.

Fue algo confuso. Vi sólo lo bastante como para levantarme de un salto. Allí me quedé, a la luz de la luna, temiendo que el aire o las estrellas pudieran moverse y despertaran ese monstruoso museo que yacía a mis pies. Pero el hombre ilustrado dormía pacíficamente.

En ese cuadro de la espalda, el hombre ilustrado me apretaba el cuello con las manos, tratando de ahorcarme. No esperé a que las imágenes se hicieran precisas y claras. 

Corrí camino abajo a la luz de la luna. No miré hacia atrás. Un pueblecito se extendía ante mí, oscuro y dormido. Yo sabía que, mucho antes que amaneciese, yo llegaría a ese pueblo...

(Tomado de El hombre ilustrado, Editorial Minotauro, 1977)

Comentarios

  1. Gracias querido Manu por estar entre las hojas imprescindibles de los días vividos y por vivir...

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