El hombre se acordará que tenía que haber aprendido hacer un buen nudo justo en el momento que tiene que amarrar las cuerdas de soporte. Lamentará, como siempre, no haberse acordado de que tenía que aprender hacer uno que sea fácil desamarrar. Volverá hacer el único nudo que sabe hacer. Uno que luego no podrá desanudar y tendrá que, como siempre, recortar la cuerda a milímetros de ese lazo que sólo sabe hacer y que nunca puede desatar. Por eso, en el lugar donde debe amarrar la cuerda de soporte, hay un ramillete de retazos de nudos que no pudieron ser desamarrados. Así es cada semana. Así ha sido por meses y años y el hombre se acuerda justo en el momento que debe amarrar, se lamenta y luego, cuando debe desamarrar, corta a milímetros del nudo; y así va el ramillete de retazos creciendo cada semana, como una evidencia de las tantas veces que el hombre se acuerda, se lamenta y recorta.
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