Salió de la oficina con
cierto desdén. La tarde caía adormecida sobre la ciudad, la soledad
invocaba la pesadumbre, todo parecía una mala fotografía. Salió y
sin levantar la mirada buscó la parada de autobuses. Los carros
pasaban lentos. Los taxis transitaban con cierta pesadez. Ningún
autobús se asomaba en ninguno de los sentidos de la carretera.
Aquellos fueron los únicos momentos en que levantó la mirada y
luego siguió con su rostro bajo, como abandonado por algún
pensamiento ¿nostálgico? ¿acaso triste? ¿o sólo pensaba en nada?
Será difícil saberlo, uno observa y piensa que pudiera traer
consigo alguna profunda contradicción en su interior, alguna guerra
librándose dentro de ella (¿se mencionó que era una mujer?), algún
viaje a tiempos remotos donde todo parecía mejor o, al menos, y
ahora lo sabe, pudo hacerlo mejor. Lo cierto es que parecía
abstraída de todo a su alrededor. Un autobús se detuvo justo frente
de ella y la puerta abrió con un chillido metálico y viejo. Subió
y buscó acomodo al lado de una ventana. Silencios y sombras eran los
pasajeros de ese transporte colectivo. Ni los gritos del colector
buscando clientes pudieron despejar aquel silencio que ella sentía.
Bastaba con mirarla para saberlo. El autobús siguió su camino, los
vaivenes de sus paradas y arranques, los chillidos metálicos, los
susurros lejanos de la ciudad entera. Apenas se dio cuenta de aquél
a su lado. Le hablaba en una jerga poco comprensible. Un olor rancio
de alcohol la mareó, la expresión del sujeto parecía violenta.
Sintió una puntada a su costado, algo punzante le presionaba la
cadera. Apenas pudo entender las palabras “teléfono” y “dinero”,
apenas pudo ver el brillo fugaz que reflejó el cuchillo. Tomó ambas
cosas y se las entregó, sin estar segura del porqué, sin estar
segura si era esa la petición. El sujeto tomó lo que le daba ella,
lo guardó junto con el cuchillo y pidió su parada al colector. Ella
vio la sombra moverse hasta perderse tras la puerta chirriante.
Volteó a su ventana, en cuya pantalla se transmitía la vida de la
ciudad con su carrera sin sentido. Esperaba llegar a casa pronto y
cerró los ojos. Seguía sintiendo una puntada a su costado.
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